2do. D?a de la Novena de San Nicol?s de Bari
"Entrar en una comuni?n de la fe: la iniciaci?n cristiana"
Convergencia:
La iniciaci?n cristiana es el itinerario a trav?s del cual el Se?or, mediante el ministerio de la Iglesia, nos introduce en la fe pascual y en la comuni?n trinitaria y eclesial. Este itinerario tiene una significativa variedad de formas, seg?n la edad en la que se hace y seg?n los diferentes acentos, propios de las tradiciones orientales y de la occidental. Sin embargo, en ?l siempre se entrelazan la escucha de la Palabra y la conversi?n de vida, la celebraci?n lit?rgica y la incorporaci?n a la comunidad y a la misi?n. Justamente por esto, el itinerario catecumenal, con la gradualidad de sus etapas y de sus pasos, es el paradigma de todo caminar eclesial juntos.
La iniciaci?n pone en contacto con una gran variedad de vocaciones y de ministerios eclesiales. En ellos se expresa el rostro materno de una Iglesia que ense?a a sus hijos a caminar caminando con ellos. Los escucha y, al tiempo que responde a sus dudas y preguntas, se enriquece con la novedad de la que cada persona es portadora, con su historia, con su lengua, con su cultura.
Antes de toda distinci?n de carismas y ministerios, ?todos nosotros hemos sido bautizados mediante un solo Esp?ritu, en un solo cuerpo? (1Cor 12,13). Por esto, hay una aut?ntica igualdad de dignidad y una com?n responsabilidad por la misi?n, en todos los bautizados, seg?n la vocaci?n de cada uno. Por la unci?n del Esp?ritu, que ?ense?a todo? (1Jn 2,27) todos los creyentes poseen un instinto respecto a la verdad del Evangelio, llamado sensus fidei. Los procesos sinodales valoran este don y permiten verificar la existencia del consenso de los fieles (consensus fidelium) que constituye un criterio seguro para determinar si una particular doctrina o praxis pertenece a la fe apost?lica.
La Confirmaci?n, de alguna manera, hace perenne en la Iglesia la gracia de Pentecost?s. Enriquece a los fieles con la abundancia de los dones del Esp?ritu Santo y los llama a desarrollar la propia vocaci?n espec?fica, enraizada en la com?n dignidad bautismal, al servicio de la misi?n.
La celebraci?n de la Eucarist?a, sobre todo la dominical, es la primera y fundamental forma que el Santo Pueblo de Dios tiene para reunirse y encontrarse, donde ?sta no es posible, la comunidad, sin dejar de desearla, se re?ne en torno a la celebraci?n de la Palabra. En la Eucarist?a celebramos un misterio de gracia del que no somos los creadores; llam?ndonos a participar en su Cuerpo y en Sangre, el Se?or nos hace un solo cuerpo entre nosotros y con ?l. A partir de la utilizaci?n que hace Pablo de la palabra koinonia (cfr. 1Cor20,16-17), la tradici?n cristiana ha reservado la palabra ?comuni?n? para indicar, a un tiempo, la plena participaci?n en la Eucarist?a y la naturaleza de la relaci?n entre los fieles y entre las Iglesias. Al tiempo que se abre a la contemplaci?n de la vida divina, hasta las insondables profundidades del misterio trinitario, la expresi?n ?comuni?n? nos lleva tambi?n a la cotidianeidad de nuestras relaciones: en los gestos m?s sencillos con los que nos abrimos el uno al otro circula realmente el soplo del Esp?ritu.
Desde la Eucarist?a, aprendemos a articular unidad y diversidad: unidad de la Iglesia y multiplicidad de las comunidades cristianas; unidad del misterio sacramental y variedad de las tradiciones lit?rgicas; unidad de la celebraci?n y diversidad de las vocaciones, de los carismas y de los ministerios. Nada muestra mejor que la Eucarist?a que la armon?a creada por el Esp?ritu no es uniformidad y que todo don eclesial est? destinado a la edificaci?n com?n.
